por Jaime Galeano
El frustrado intento de desalojo del restaurante recuperado Alé Alé el domingo 1 de diciembre pasado es el punto de partida para recorrer la lucha de un grupo de trabajadores que se conformó como cooperativa para resistir y defender su trabajo autogestivo.
A fines del año pasado el grupo gastronómico denominado Organización Jorge Andino (OJA) tenía un plan definido: vender las acciones de los Restaurantes que explotaban. Es decir, Alé Alé, Los Chanchitos, Don Bataglia, Mangiata y La Soleada. La Zaranda, parrilla de Villa Urquiza, ya había sido vaciada. Sus trabajadores vieron cerrar el local sin previa notificación. Además, responsabilizaron de la situación a los empresarios Jorge Andino y Sergio Lipovich, quienes también explotaban los restaurantes antes mencionados.
Andino y Lipovich, además, crearon una distribuidora para
proveerles insumos a los restaurantes con sobreprecios de un 300 a 400 por
ciento. De esta manera, la ecuación era perfecta. Ganancias exorbitantes y
deudas siderales en cada restaurante. Sergio Cano es el secretario de la
cooperativa conformada desde enero por los trabajadores de Alé Alé y detalla el
accionar de los empresarios: “Ellos se quedaban con toda la ganancia y, en
paralelo, acumulaban deudas con proveedores, nos pagaban sueldos incompletos y
no hacían los aportes patronales. Al final, directamente no nos pagaban los
salarios”, El plan contemplaba el vaciamiento de toda la cadena de restaurantes
hasta el cierre de cada uno de los locales y hasta que todos los trabajadores
fueran abandonándolos. Era lógico y razonable. Todo estaba previsto, estudiado,
nada de improvisaciones. Eso no les gusta. Solo había que esperar un tiempo.
Pero no tuvieron en cuenta un detalle: la reacción organizada de los
trabajadores.
Los ánimos cada vez más abajo, los sueldos atrasadísimos, la
falta de insumos necesarios hacían que los clientes se alejaran poco a poco.
Los trabajadores sabían que estaba sentenciada su suerte. En una típica charla
de mozo-cliente se deslizó el nombre del hotel recuperado BAUEN. A partir de
allí, con el apoyo de la Federación Argentina de Cooperativas de
Trabajadores Autogestionados (FACTA), a la que pertenece el BAUEN, iniciaron un
cambio de rumbo. Los trabajadores se conformaron como cooperativa, al igual que
sus compañeros de la cadena gastronómica que estaba a punto de desaparecer.
Todos mantuvieron sus nombres comerciales pero cambiaron el modo de trabajo: se
autogestionaron y hasta hoy todos los días experimentan la compleja tarea de
manejar todo el proceso sin recibir órdenes del patrón. Las cuatro parrillas
pudieron lograr, tras muchas idas y vueltas, firmar el contrato de alquiler,
pero antes tuvieron que sortear varios prejuicios por parte de los dueños de
los locales: preferían el trato con los empresario a pesar de que siempre se
atrasaban en el alquiler y, además, les aumentaron los alquileres por encima de
la media habitual sólo por cruzar la línea tradicional en la forma de trabajo. Hoy
gestionan sus locales sin sobresaltos y sin ningún pago atrasado ni a
proveedores ni locatarios.
Pero eso no es noticia. La noticia sigue siendo que los
trabajadores del restaurante recuperado Alé Alé, acompañados por organizaciones
sociales, partidos políticos, legisladores, gremialistas, vecinos y activistas
volvieron a resistir otra orden de desalojo impulsada por la justicia civil a
pedido de los dueños del inmueble, por parte del juez Martín Christello. La
última, el domingo 1 de diciembre, pareció que culminaba con los trabajadores
en la calle. Se vivieron momentos muy tensos ya que desde las 10 de la noche y
durante toda la madrugada los efectivos de la Policía Federal cercaron
con vallas los accesos al local por la Avenida Estado de
Israel 4503, la calle Jufré y adyacencias. Nadie pudo pasar desde las primeras
horas del lunes. Gracias a la notable repercusión mediática, y el diálogo
constante de los dirigentes y de los legisladores presentes se logró que la
policía Metropolitana no efectuara el desalojo.
Durante todas esas horas se vivieron momentos de
incertidumbre y mucha angustia, pero también de unión entre los trabajadores: más
de doscientos se solidarizaron y “aguantaron” junto a los cooperativistas.
Luego de que la justicia desistiera del desalojo se realizó una conferencia de
prensa en la que estuvieron presentes diputados y legisladores que se
solidarizaron con la causa, comuneros del barrio y compañeros de distintos ámbitos
y organizaciones sociales.
Durante la rueda de Prensa Andrés Toledo, presidente de la
cooperativa, agradeció el apoyo y acompañamiento de todos los que resistieron
de manera pacífica “esta nueva orden de desalojo”. “Pedimos un tiempo lógico al
juez Martín Christello para buscar otro inmueble y trasladar todo esto a otro
lugar”, destacó Toledo. Y agregó: “Nosotros vamos a aguantar pacíficamente. No
queremos violencia. Queremos un acuerdo para pagar un alquiler y que nos den un
tiempo prudencial. Nada más”. El pedido de los trabajadores es de un plazo de
180 días para encontrar un lugar adecuado en el que puedan continuar con la cooperativa
y las negociaciones con juez, empresarios y dueños del local están en marcha.
Una batalla se ganó: que el desalojo no se llevara adelante. Pero aún quedan muchas otras. Ale Alé, como otras cooperativas son un ejemplo de trabajo organizado de manera autogestiva y de igual a igual. Y cuesta que se propague porque resulta exitoso, y eso parece ser que para algunos a los que les cuesta que las cosas cambien, parece ser un muy mal ejemplo.
* Las fotos pertenecen a M.A.F.I.A. (Movimiento Argentinno de Fotógrafos Independientes Autoconvocados). web http://somosmafia.com.ar/
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