La democracia sindical, una demanda que crece desde abajo


Por Federico Vocos (*)
El sociólogo e integrante del Taller de Estudios Laborales (TEL) analiza detalladamente la reorganización del movimiento obrero frente a un escenario de crisis internacional, destacando la democratización de los organismos obreros como bandera de resistencia. Un repaso exhaustivo por los recientes conflictos. El debate “Libertad o Democracia sindical” que surgió a raíz de las luchas en Kraft y Subte. La unidad como principio estratégico y la irrupción de la discusión política en la actividad sindical.



La crisis ¿una oportunidad empresaria?

Seguramente el año que pasó dará mucho que hablar sobre los cambios producidos en el movimiento obrero. Duros conflictos se han suscitado, y algunos de ellos han tenido gran trascendencia pública. Muchos otros, en cambio, no alcanzaron la tapa de los diarios, pero los trabajadores y sus organizaciones debieron enfrentar un cambio de coyuntura en el contexto macroeconómico, que los colocó en una situación defensiva frente a la implosión de una nueva crisis financiera internacional.
En este contexto, el problema de la democracia sindical se colocó en el centro de la escena, como es el caso del juicio penal que debieron afrontar los trabajadores ferroviarios del ramal Sarmiento por una medida gremial para poder presentarse a elecciones en su sindicato.
El cambio en el contexto macroeconómico trajo importantes consecuencias para los trabajadores, como el aumento del desempleo y el deterioro de las condiciones laborales. Las consecuencias de la crisis fueron especialmente notorias en aquellas ramas de la actividad vinculadas a la exportación de bienes, y de mano de obra intensiva como es el caso de la construcción. Sólo entre diciembre de 2008 y marzo de 2009 se produjo una reducción neta de 162.872 puestos de trabajo registrados (2,4%). Si se asume que los trabajadores no registrados presentaron un comportamiento similar, se habrían destruido en este período un total de 222.157 puestos de trabajo.”[1]
Sin embargo, notamos que en aquellos establecimientos donde los trabajadores se encontraban fuertemente organizados sindicalmente las empresas tenían grandes dificultades en avanzar con su ofensiva. Si bien se produjo una retracción en la actividad económica, ésta no alcanzó los niveles catastróficos que las patronales difundieron para instalar el pánico y poder instrumentar planes de reestructuración.

A comienzos del 2008, en la planta autopartistas de la multinacional Dana, en Gran Bourg, los delegados y activistas no oficialistas a la conducción del SMATA fueron despedidos a través de una práctica gremial desleal. Sin la resistencia de esta comisión gremial la empresa instrumentó una reestructuración total de la planta, con lo que se incrementaron los ritmos de producción y obtuvo un sustantivo aumento de la productividad.
En SIAT, fábrica de tubos con costura del grupo Tenaris-Techint, los trabajadores y la comisión interna pudieron resistir durante todo el año 2009 el embate patronal que se proponía desterrar “el cancer” (así los llamó un gerente) de los contratados. La convicción de las bases, el respaldo del sindicato (UOM Avellaneda) y la construcción de un amplio abanico de solidaridades, permitieron que esta planta fuese la única del grupo empresario donde los contratados lograron mantener sus puestos de trabajo durante el 2009. En la actualidad este conflicto sigue abierto y desde el 18 de enero la empresa no permite el ingreso de los trabajadores contratados, violando de esta forma la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo de la provincia.
En algunos establecimientos la acumulación que vienen realizando estas instancias de representación directa les permite a los trabajadores no sólo dar respuesta a aquellos aspectos vinculados a la lucha gremial, sino que en algunas experiencias se ha avanzado en poder llevar el parte diario de los niveles de producción y costos de las empresas. El manejo de esta información ha sido clave para poner freno a las iniciativas de los empresarios. Tal es el caso de la comisión interna de Siderar Haedo, que cuando los gerentes se lamentaban por la gravedad de la situación con la reducción de los precios del producto exportable, los delegados le recalcaban los beneficios que tenía la empresa con la disminución sustantiva de los costos como son los fletes.
En otros casos, como sucedió con la comisión interna de la fábrica Praxair, lo que aparecía en discusión era el recorte de algún beneficio logrado en tiempos de expansión, como por ejemplo el pago a cargo de la empresa del traslado a la planta independientemente de la localidad que fuese.
Y en algunos establecimientos del sector privado, donde desde años se viene construyendo una sólida representación sindical de base (Subte, Cuerpo de Delegados del FF.CC. Sarmiento), no se vislumbraban desde las empresas la intención de avanzar sobre los puestos y condiciones de trabajo. En este sentido, encontramos por parte de las patronales un reconocimiento de la fuerza gremial de los trabajadores.
De todos modos, debemos estar atentos a no generalizar estos contados casos de organización sindical. Lamentablemente en un sinfín de establecimientos –tan solo el 12% cuenta con delegados-[2], los convenios colectivos de trabajo son “letra muerta” incluso, en lugares de trabajo donde hay una representación sindical de base y resulta impensable el principio básico de igual trabajo - igual remuneración. Así lo transmitían delegados de una empresa internacional de tarjetas de crédito, donde la empresa logra dividir el colectivo de trabajo a partir de la asignación de remuneraciones diferentes.

Kraft: un conflicto clave
La importancia de las comisiones internas como instancia de organización obrera frente a las estrategias empresarias tuvo su momento destacado a partir del conflicto de Kraft (ex Terrabusi).
La empresa alimentaria se proponía implementar el “turno americano” (doce horas – rotativo) con el objetivo de despedir a más de 700 trabajadores. Esta intención se hizo evidente con la contratación de Pedro López Matheu, un gerente con vasta experiencia en esta materia, que había logrado desterrar al activismo gremial del diario Clarín en dos oportunidades.
A lo largo del conflicto la empresa mostró una actitud intransigente, de no querer negociar con la comisión interna ni aceptar la legislación argentina. Una y otra vez violó las conciliaciones obligatorias y no cumplió con lo pactado ante las autoridades gubernamentales. Y para evitar una resistencia gremial impulsó una causa penal contra los delegados, para quitarles los fueros y de esta forma luego despedirlos.
La represión con la que se desalojó la ocupación de la planta que los trabajadores mantuvieron por 38 días no alcanzó para doblegarlos. Se pudo resistir en buena medida a los planes de una de las multinacionales más poderosas del planeta y como importante saldo del conflicto la organización gremial de base sigue en pie, aunque dividida.[3] Durante el conflicto se mostró un importante abanico de apoyos, sobre todo por parte del movimiento estudiantil y organizaciones sociales y políticas que acompañaron la lucha bloqueando la Panamericana y entorpeciendo el tránsito en puntos neurálgicos de la Capital Federal.
La falta de respaldo del sindicato a lo largo del conflicto, destacó el papel clave de los cuerpos de delegados, como una poderosa herramienta gremial del modelo sindical argentino, en donde la figura del delegado cumple un rol estratégico.
En este caso se ve con claridad la importancia que adquiere el hecho de haber contado con una instancia de representación directa de los trabajadores asentada desde hace varios años. Sin esta construcción cotidiana y genuina hubiese sido imposible resistir el embate patronal.

La batalla del subte (por la democracia sindical)
El año 2009 comenzó con un hecho destacado en materia sindical: luego de más de 15 años de construcción en la Unión Tranviarios Automotor (UTA), los trabajadores del subte decidieron en forma masiva mediante un plebiscito crear un nuevo sindicato para que los represente.
Es importante contextualizar que esta decisión se tomó a partir de que a mediados de 2007 el sindicato adoptara una política de violencia abierta hacia el cuerpo de delegados, con la intervención de patotas que los atacaban incluso en situaciones públicas.[4]
Por otra parte en agosto de 2008 la UTA intentó expulsar a los referentes del cuerpo de delegados a partir de un sumario interno en el que el “tribunal de ética” del sindicato los acusaba de “falta de organicidad”. Finalmente, el Ministerio de Trabajo impidió efectivizar la medida al suspender un congreso extraordinario del sindicato donde se iba a aprobar la expulsión.
En el plebiscito se produjo un aumento significativo en la participación respecto a la última elección de delegados en septiembre de 2006 (de 1.306 a 1.796 votantes). Este aumento del 38% se explica fundamentalmente con el aumento del padrón por los triunfos logrados con la incorporación de las empresas tercerizadas al plantel de Metrovías.[5]
El desarrollo de las elecciones intentó ser detenido el primer día por una banda de matones (entre quienes también fueron identificados varios integrantes de la Unión Tranviarios Automotor –UTA-) que golpearon salvajemente a los trabajadores allí presentes, e incluso a quienes se habían acercado solidariamente a prestar su apoyo como algunas integrantes de las Madres de Plaza de Mayo y Diputados de la Nación. Pese a esto, los trabajadores pudieron preservar la urna durante el ataque, y además durante toda la semana en la que se llevó adelante la votación, se contó con una adhesión masiva por parte de los trabajadores.
La primer votación del plebiscito fue luego ratificada a finales de abril con la conformación del nuevo cuerpo de delegados, que aumentó geométricamente la representación de base con la que se contaba anteriormente, pasando de 22 delegados a 87.
La solidaridad y el respaldo a la decisión de los trabajadores del subte, superó las fronteras nacionales, y se extendió no sólo a través de nuestra región Latinoamericana, sino que alcanzó a centenares de organizaciones sindicales, sociales y políticas del resto del mundo.
Sin contar con la inscripción gremial, la Asociación Gremial de Trabajadores del Subte y Premetro (AGTSyP) tomó forma, a partir de la autoorganización de sus trabajadores.
La fortaleza de base de la que dan cuenta los trabajadores del subte desde hace años se materializó en nuevas formas organizativas como la articulación de los cuerpos de delegados por líneas, con el plenario de delegados, y la constante actividad de varias comisiones que desarrollaron intensamente su tarea a lo largo de todo el año (Prensa, Cultura y Formación, Salud y Seguridad Laboral, Acción Social, Genero, Derechos Humanos, Finanzas).
En el transcurso del año la justicia se expidió en tres oportunidades a favor del pedido de inscripción del sindicato del subte, instando a que el Ministerio de Trabajo cumpla las funciones administrativas que le competen. Esta política del Ministerio y el agotamiento del plazo de un año en el fuero para los antiguos delegados de la UTA, impulsaron a los trabajadores a un plan de lucha escalonado por el reconocimiento de la AGTSyP.
Recién luego de cinco medidas, 3 paros parciales y dos de tiempo completo, que afectaron seriamente el tránsito en la ciudad de Buenos Aires, el Ministerio de Trabajo accedió a una mesa de negociación.
Finalmente las autoridades gubernamentales, cediendo a la presión de la UTA y de Metrovías, quebrantaron la ley al no otorgarles la inscripción del sindicato a los trabajadores. Pero, por otra parte, descomprimió el conflicto con la creación ad hoc de un nuevo régimen de tutela sindical para los delegados y autoridades del nuevo sindicato, que paradójicamente no estuvo dispuesto a reconocer.
Es decir que en cuanto a la protección legal, los trabajadores del Subte lograron que los representantes de la AGTSyP fuesen igualados a aquellos sindicatos que tienen la personería gremial[6]; que en el régimen de la ley de asociaciones profesionales (Ley 23.551) son quienes llevan adelante las negociaciones paritarias por tener la mayor representatividad de los trabajadores.

¿Libertad y democracia sindical son lo mismo?
El desarrollo del conflicto en el subte tuvo diferentes lecturas, abriendo un fuerte debate sobre un modelo sindical en crisis. Algunas interpretaciones, sobre todo de corrientes vinculadas a la CTA, pusieron el acento en que lo que allí se estaba discutiendo era la necesidad de un régimen de libertad sindical, en el que los trabajadores se pueden agrupar en una nueva organización gremial cuando lo consideren necesario.
Sin duda, uno de los problemas más grave que exhibe nuestro modelo sindical pasa por conducciones que se perpetúan en sus cargos por décadas y la falta de transparencia en cuanto a los procedimientos en los que son electos. Padrones inflados, urnas fraguadas, son moneda corriente en la vida de un importante número de organizaciones sindicales que no toleran ningún tipo de oposición a la conducción. El cuadro de situación se agrava si contemplamos la fuerte distancia existente con los trabajadores de base y la falta de inserción gremial en los lugares de trabajo.
Ahora bien… ¿Es a través de la creación generalizada de nuevos sindicatos que podemos avanzar hacia una democratización de las organizaciones sindicales? ¿Es posible trasladar la experiencia de los trabajadores del subte a otros casos?
Es importante distinguir que la decisión de los trabajadores de subte no pone en cuestión el modelo sindical actual, sino que justamente la creación de nuevas organizaciones sindicales es uno de los derechos vigentes en la actual ley de asociaciones profesionales.
Los trabajadores pueden crear un sindicato, pero aquel que tiene la mayor cantidad de afiliados obtiene la personería gremial que le da el derecho a negociar las condiciones del conjunto de los representados.
Esta modalidad contempla una de las mayores limitaciones del presente modelo, en cuanto a la falta de protección que tienen los trabajadores que se encuentran agremiados bajo los sindicatos de simple inscripción. En este sentido, es para destacar el importantísimo antecedente que dictó la Corte Suprema con un nuevo fallo, semanas más tarde del acta firmada entre los representantes del nuevo sindicato del subte y la empresa, donde se amplía la tutela sindical a los sindicatos con simple inscripción.
Pero debemos dar cuenta que la estrategia de la CTA aparece con serias dificultades, tanto por la política antisindical de una vasta cantidad de empresas que no están dispuestas bajo ningún concepto a que en el interior de sus establecimientos haya algún tipo de vitalidad gremial, como por el conjunto de sindicatos que no tienen el más mínimo interés en competir con otras organizaciones gremiales.
Son varios las casos en que los trabajadores que motorizan una nueva organización sindical vinculados a esta central sindical son despedidos, con lo que quedan muy debilitadas las posibilidades reales de avanzar en su desarrollo. Tal es el caso de José Vicente Leiva, trabajador del yacimiento Veladero que explota la Barrick Gold en San Juan, que cuenta que “en el mismo momento en que se realizaba la certificación de los documentos constitutivos de la entidad ante escribano público el 24 de julio de 2009, la empresa, enterada de la creación de nuestro sindicato, dispuso mi despido sin causa.”[7]
Debemos recordar que esta situación no es novedosa, ya que en el año 2006 fue despedido como parte de una práctica desleal un ex delegado de Ford, que propagandizaba su accionar gremial desde la Federación de Trabajadores de la Industria y Afines (FETIA-CTA), en una empresa encuadrada en el Sindicato de Mecánicos (SMATA-CGT).
También es importante advertir que en aquellos países en los que el modelo sindical se estructuró bajo un régimen de “democracia sindical”, se realizó como parte de un claro objetivo de debilitar a las organizaciones obreras. Este es el caso de Chile, donde la ley prevé únicamente sindicatos por empresa, que pueden formarse con tan solo 8 afiliados, lo que produce una verdadera atomización del movimiento sindical.
Las empresas, en su estrategia por dividir a los trabajadores, tienen la capacidad de formar encubiertamente sus propios sindicatos. Pero los efectos adversos de la libertad sindical se multiplican si contemplamos la implementación generalizada de la subcontratación y tercerización de los procesos productivos, por lo que los trabajadores de una misma unidad productiva realizan sus tareas bajo distintas razones sociales y por ende diferentes sindicatos.
La construcción de la unidad en estos casos se convierte en un enorme desafío, si pensamos por ejemplo que en la empresa Telefónica, encontramos más de veinte sindicatos, y en la empresa CCU (elaboradora de cerveza, perteneciente al grupo Luksic), por lo menos diecisiete.
Esta división trae aparejada no sólo una pérdida significativa en la capacidad de negociación, sino que tampoco garantiza la creación de estructuras más democráticas en la que haya una renovación continua de autoridades. Por el contrario, como los fueros sindicales alcanzan únicamente a los dirigentes, no se produce una renovación en los cargos de la conducción, ya que en caso de no continuar con sus mandatos éstos corren el riesgo de perder sus puestos de trabajo.

La democracia sindical: un derecho básico
Seguramente el camino por construir una democracia sindical no es sencillo, y dista de no contar con significativos obstáculos.
Así quedó reflejado en el juicio que 24 trabajadores del ferrocarril Sarmiento, varios de ellos integrantes del actual Cuerpo de Delegados, debieron enfrentar a fines del año pasado por un paro que realizaron en el año 2004 para poder presentarse en las elecciones del sindicato.
La lista Bordó debatió en plenario cómo se iba a afrontar el juicio penal. Allí Rubén “Pollo” Sobrero, destacaba las implicancias de este proceso judicial: “Nosotros sabemos que siempre las decisiones salen de este plenario. (…) Toda nuestra historia salió siempre de acá. Y es eso lo que quieren atacar y no lo vamos a permitir. Si quieren los puestos de delegados, que nos ganen las elecciones.” [8]
A la vez, Edgardo Reynoso, también integrante de la Comisión de Reclamos, expresaba que: “en el 2004 pretendieron silenciarnos. Que no hubiese más asambleas. Que no hubiese más discusión salarial ni convencional. Pretendieron que los delegados se sigan eligiendo a dedo. Y los trabajadores ferroviarios les dijimos que no íbamos a aceptar eso, como antes no habíamos aceptado los atropellos de la patronal. Por eso paramos y nos tuvieron que abrir las puertas de la compulsa electoral. Y en ese terreno, les volvimos a ganar.” También destacó “Se está juzgando un método. Pretenden condenar y castigar a la democracia sindical. Somos trabajadores que exigimos y peleamos por el derecho a una vida digna para que nuestras familias no pasen hambre. Esto es lo que vamos a decir en los tribunales, en todas y cada una de las causas. No somos delincuentes.”
En esa oportunidad, Omar Dib, abogado de la lista en la causa, subrayó que el eje de la discusión se colocaba en el“hacer respetar el derecho básico de la democracia sindical: que los trabajadores elijan a sus propios representantes.” Y que “la protesta es la herramienta para hacer valer estos otros derechos”.
Teniendo en cuenta lo que estaba en juego, en cuanto al grave antecedente que podría resultar de ser condenados, el juicio se realizó bajo una intensa movilización. Para ello se había convocado a diferentes comisiones internas y delegados a participar activamente en la campaña de solidaridad, como un primer paso de articulación de las diferentes luchas que deben enfrentar los trabajadores.
En este marco, quedó claro durante el juicio “que la empresa TBA no tenía previsto ningún mecanismo alternativo para garantizar el servicio, más allá de no contar con personal idóneo suficiente para movilizar las formaciones sin los trabajadores en huelga”[9] También quedó demostrado que aunque los trabajadores “resolvieron llevar a cabo la jornada de protesta en el marco de una asamblea desarrollada el día anterior, decisión que fue notificada el mismo día 7 de septiembre del 2004 a la empresa TBA y a los medios de prensa”[10] la empresa no sólo no estuvo dispuesta a negociar sino que la primer reacción ante la medida de fuerza fue hacer la denuncia penal en la comisaría, con lo que fue evidente que tenía como propósito el procesamiento de los activistas y delegados ferroviarios.
Como aspecto sobresaliente varios gerentes de la propia empresa reconocieron en sus testimonios que el destino de la lista Bordó, y su continuidad posterior como agrupación opositora a la conducción del gremio, estuvo atado a la posibilidad de emprender una medida de fuerza en esa oportunidad.
Frente a tales evidencias el propio fiscal pidió la absolución de los imputados, que fue ratificada luego por el juez.

Otros elementos para la discusión
El abogado laboralista Guillermo Pérez Crespo (integrante del TEL), señala que en el informe del Ministerio de Trabajo sobre el “Estado Actual del Sistemas de Relaciones Laborales en la Argentina”, se omiten algunos de los graves problemas que atraviesa el sindicalismo argentino, como la falta de autonomía real de las seccionales para actuar gremialmente frente a “la supercentralización de algunas estructuras sindicales, como son los casos de sindicatos nacionales donde todo se decide en Buenos Aires”.[11] Y advierte que “se silencia todo lo relativo a la representación directa en los lugares de trabajo –los delegados gremiales- y el ahogo constante a que son sometidas las comisiones internas que no responden disciplinadamente al oficialismo de sus sindicatos”. Esta política se implementa en desmedro de los propios trabajadores a los que se les impide contar con representantes propios.
Un caso testigo es el que sufren los trabajadores de Aerolíneas Argentinas y Austral del aeroparque metropolitano nucleados en la Asociación del Personal Aeronáutico (APA-CTA), a los que la conducción del sindicato les niega el derecho a elegir delegados de base al no convocar a elecciones.
En APA, como en otros sindicatos, este parece ser unos de los escollos para que se pueda avanzar en una democratización de las organizaciones sindicales.
Lamentablemente la dirigencia de este sindicato interpreta que se fortalece negando la democracia cuando indudablemente genera un inmenso daño para su organización sindical. En principio, porque el sindicato son fundamentalmente sus trabajadores y no su conducción, pero también porque con este accionar va en detrimento de los principios fundacionales de la central sindical que integra.
Otro inconveniente que nos parece importante marcar como dificultad para una democratización sindical, es la imposibilidad de elegir representantes propios por parte de los trabajadores en el propio establecimiento. Tal es el caso de los bancarios donde se elige una única comisión interna para todas las sucursales de la seccional.
Recientemente, en el banco Credicoop, la lista 69 perteneciente a la agrupación de “Igual a Igual”, obtuvo aproximadamente 900 votos de 1900 emitidos, obteniendo el triunfo en varias sucursales. Con un 47% de representación del electorado, esta construcción continua y paciente no se materializó en ningún tipo de representación, lo que sin duda da cuenta de las serias dificultades de nuestro modelo sindical.[12]
Este tipo de dificultades también las encontramos en la representación de los organismos nacionales por ATE. Allí se elijen “Juntas Internas” que de forma centralizada representan al conjunto de las dependencias del resto del país. Por ejemplo, la junta interna del Ministerio de Trabajo de la Nación, que tiene asiento en Buenos Aires, representa al mismo tiempo a todos los trabajadores de ese Ministerio del interior del país. Con lo que los trabajadores que realizan sus tareas en las provincias no tienen autonomía para enfrentar los problemas gremiales que allí ocurren.
Por último nos interesa señalar que la discusión sobre la democracia sindical amerita incorporar otros elementos que se vinculan con la elección de la dirigencia y de los delegados de base.
Son muy pocos los sindicatos que cuentan con un sistema de representación proporcional, y en algunos en donde esto está contemplado, los cargos a los que acceden aquellos que no triunfaron son completamente minoritarios y sin peso político, con lo que en definitiva se trata de una representación simbólica. En la gran mayoría de los sindicatos, si se gana por un voto, se gana toda la conducción, aunque esta situación no refleje la relación de fuerzas internas del gremio. Este modelo también genera inconvenientes en las elecciones de base. En la mayoría de las fábricas y establecimientos, el triunfo por un escaso margen implica la representación de todos los trabajadores.
A la vez, son pocos los establecimientos en los que se eligen delegados por sector, lo que permite que convivan en un mismo cuerpo de delegados diferentes orientaciones políticas. De esta forma pueden quedar mejor representadas las diferencias existentes entre el conjunto de trabajadores.

La unidad como principio estratégico
Como mencionamos antes, la ofensiva empresaria debilita fuertemente a los trabajadores con la implementación de diferentes estrategias que tienen como objetivo principal dividir los colectivos de trabajo. Para ello echan mano a un importante abanico de instrumentos, entre los cuales se destacan la flexibilización laboral (salarial, contractual, horario, polivalencia) y, complementariamente, la externalización de tareas (tercerización). El objetivo de estas estrategias es que los trabajadores tengan diferentes necesidades y problemas a solucionar.
En el caso de los trabajadores contratados, la estabilidad en el empleo se convierte en una necesidad apremiante mientras la preocupación de los efectivos frente a la disminución del poder adquisitivo por la inflación se centra en la próxima negociación salarial. Aquellos que ganan por producción, precisan contar con ingresos estables que no dependan de las fluctuaciones del mercado, mientras los tercerizados se proponen superar la división que implica una organización sindical diferente, e integrarse al plantel de la empresa madre, donde por lo general son superiores las condiciones de convenio.[13] Estas diferencias salariales en algunos casos superan el 100%.
Hay sindicatos que se han propuesto enfrentar estos problemas, como es el caso de Asociación de Enseñanza Media y Superior (Ademys), que desde hace años ha llevado una política constante de organizar a los docentes contratados, que han aumentado su número luego de la creación de cada uno de los programas educativos lanzados por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Otro caso que merece ser mencionado es el de la comisión interna de la línea de colectivos 60, donde era habitual que una buena parte del salario fuese variable, en función de lo que cada chofer recaudaba durante su jornada de trabajo. De esta forma, los colectiveros competían entre sí para poder llegar primero a las paradas. Ellos mismos relatan cómo esta situación los impulsó a cometer serias faltas de transito, como pasar semáforos en rojo o subirse a la vereda al producirse embotellamientos. Además, la empresa utilizaba este régimen para castigar a aquellos trabajadores que no se identificaban con sus intereses. La comisión interna consiguió la suspensión de esta modalidad, lo que generó importantes mejoras en las condiciones de trabajo. Esta construcción gremial orientada a fortalecer la unidad en los lugares de trabajo, también se consolidó en las urnas, obteniendo en el 2009 una importante mejora en el caudal de votos respecto en la elección anterior.
Este desafío por encontrar “puntos en común e ir buscando mayorías”[14] podemos pensarlo también como una necesidad frente a la disputa de los espacios de representación de base como de dirección, más aún si consideramos que es generalizada la falta de un sistema de representación proporcional en las organizaciones sindicales. Esta falta de unidad permitió que conducciones no democráticas, como la de la Unión Ferroviaria, recuperara la seccional Victoria del ramal Mitre en el año 2008.
Otro caso en el que las dificultades para construir una lista común entre diferentes sectores de la oposición se hizo evidente, posibilitó la continuidad al frente del Sindicato de la Carne de la misma dirigencia, incluso cuando ésta se encontraba sumamente débil, según el análisis que presentaban los referentes de las listas opositoras.
La unidad aparece necesaria no sólo para vencer a conducciones no democráticas, sino también para marcar su debilidad. Recientemente, en el duro conflicto de Kraft, las tendencias de oposición presentes en la fábrica se dividieron, presentándose por primera vez separadas a la elección de la comisión interna. Con un resultado muy parejo cada una obtuvo el 40% de los votos, y la conducción del sindicato el 20%. En caso de haberse presentado juntas el resultado hubiese sido aplastante, en cambio de este modo la diferencia quedó matizada.
Por último nos interesa destacar un tercer aspecto que consideramos clave: la necesidad de articular las diferentes experiencias, como se comprobó a partir de distintos conflictos. La solidaridad y el compromiso efectivo de otras comisiones internas y cuerpos de delegados permitieron suplir en parte la falta de apoyo del propio sindicato.
En un comienzo auspicioso para la generación de un espacio de articulación, a mediados del año pasado, un amplio espectro de corrientes sindicales y políticas crearon en la zona sur del Gran Buenos Aires una comisión de apoyo al conflicto de Kraft.
A fines de noviembre, el Cuerpo de Delegados del ferrocarril Sarmiento convocó a un espacio de coordinación dirigido hacia el respaldo de los diferentes conflictos que cada organización gremial debe enfrentar. Esta articulación incipiente comenzó a funcionar con el apoyo a los trabajadores del hospital Larcade en San Miguel, posteriormente en el juicio que debieron enfrentar los ferroviarios y luego se movilizó a favor de la lucha que dieron los trabajadores de la fábrica de autopartes Bosch de la localidad de San Martín.
En la primera reunión de esta incipiente experiencia se puso el acento en superar la unidad declamatoria y avanzar en el respaldo concreto frente al conflicto que cada espacio gremial debe enfrentar. Se planteó como problema la necesidad de superar una cultura arraigada en el divisionismo -en la que no se dimensiona el poder de los adversarios por enfrentar-; y como condición para que el espacio de coordinación pueda crecer, aplacar el afán por dirigir de parte de algunas corrientes.



La irrupción de la política en el sindicalismo de base
Desde algunas perspectivas políticas se ha denostado la tarea sindical, ya que su labor generalmente no se propone superar las contradicciones del sistema capitalista. Por otra parte, desde otras corrientes se ha utilizado la acción sindical como “correa de transmisión” para llevar a los lugares de trabajo la línea política establecida desde las conducciones partidarias y también como oportunidad para “reclutar” integrantes para alguna organización política.
Es aquí que nos parece fundamental el aporte desarrollado por Gilly[15] en las posibilidades que abre lo que denomina la “anomalía argentina”.
Esta anomalía consiste en la forma específica de organización sindical politizada de los trabajadores en el nivel de la producción. En las fábricas y lugares de trabajo, retomando sus viejas tradiciones de autoorganización y al margen de directivas específicas de alguna fuerza política, los trabajadores designan delegados que lo representan por departamento, sección o grupo de trabajo, constituyen con ellos, cuerpos de delegados, que deliberan como parlamentos internos de la empresa y eligen comisiones internas que conforman su representación central permanente en la empresa.
Este conjunto de instancias organizativas que funcionan en el lugar de trabajo van más allá del conflicto inmediato entre capital y trabajo: el proceso de discusión colectiva y formación de la opinión y el consenso de la clase trabajadora sobre la política general del país y del Estado.
Entonces sucede que en el núcleo de la dominación celular, se introduce la política, la consideración y discusión de las cuestiones generales de la sociedad y de su Estado. (Gilly, 1990).
Y este proceso tan bien descripto por Gilly, podemos comprobarlo en las diferentes experiencias que hemos planteado a lo largo de este artículo.
Los trabajadores han logrado, a partir de la actividad sindical, que en los lugares de trabajo se debata, se discuta, e ingrese la política. Esta es una de las claves de la construcción que vienen realizando. Allí donde no se podía hablar, han logrado que el debate sea cotidiano, avanzando hacia la construcción de un sindicalismo democrático y participativo.

De esta forma se encuentran abriendo una discusión hacia el resto de la sociedad, en la que por diferentes intereses se busca instalar constantemente que lo sindical está asociado a la corrupción, a la negociación espuria, a los negociados y a los intereses empresarios.
Estas experiencias que hemos destacado, están dando cuenta de la existencia de un sindicalismo diferente, que se propone hacer un valioso aporte para crear una sociedad distinta, en el que no sólo se plantean mejoras en las condiciones de trabajo sino fundamentalmente que se resalta la dignidad que implica ser un trabajador.

Febrero 2010.
(*) Sociólogo. Integrante del Taller de Estudios Laborales –TEL-. fvocos@tel.org.ar






[1] Observatorio del Derecho Social –CTA, 2009
[2] Informe trimestral de estadísticas laborales y económicas, Nº12, Taller de Estudios Laborales, Octubre 2009.
[3] Hacemos referencia a que en las elecciones de delegados el 3 de noviembre de 2009 la oposición a la conducción al sindicato se presentó dividida luego de haber representado a los trabajadores de la fábrica por dos mandatos de forma unitaria. Por escaso margen triunfó la lista Nº1 vinculada al Partido de Trabajadores Socialista (PTS) sobre la Nº2 dirigida por Ramón Bogado, dirigente del Partido Comunista Revolucionario (PCR).
[4] Recuérdese el ataque en el hotel Bauen el 17 de diciembre de 2007, mientras realizaban una conferencia de prensa.
[5] Elaboración propia a partir de la comparación de resultados de la elección de delegados de septiembre de 2007 y el plebiscito realizado en la semana del 5 al 12 de febrero de 2009.
[6] Acta Ministerio de Trabajo, 26 de noviembre 2009.
[7] “Luchar para vencer”, Articulo Agencia Acta, Martes 29 de diciembre de 2009.
[8] “La Democracia Sindical no es un delito. Nos juzgan por defenderla” Escuela de Capacitación Gremial “Marcelo Pauletti”, Informe elaborado por Anigstein C. y Vocos, F., Noviembre de 2009.
[9] Fallo del Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional Nº3, Causa Nº. 3989/9, 16 de diciembre de 2009.
[10] Ídem.
[11] Pérez Crespo, G.: “Recomposición del capital y crisis sindical.” En Crítica de Nuestro Tiempo, Año XVIII, Nº 38, Buenos Aires, 2009.
[12] Boletín Robocoop, Agrupación “De igual a igual” del banco Credicoop, Lista 69, 21 de diciembre de 2009.
[13] Una excepción en que la división no implica un deterioro de las condiciones de trabajo, es el caso de la tercerización del sector logística. Esta actividad está encuadrada bajo el sindicato de camioneros, que posee relativamente mejores condiciones de trabajo que buena parte de los sectores asalariados. Esta organización gremial ha crecido fuertemente, a partir del encuadramiento de numerosas empresas que tercerizaron la distribución de sus productos. Este proceso se llevó a cabo a pesar de la resistencia de las patronales cuando desde el sindicato se reclamó la representación de estos trabajadores.
[14] Comunicación personal con un delegado de la industria autopartista.
[15] Nos referimos a "La anomalía Argentina. (Estado, corporaciones y trabajadores)” en El Estado en América Latina: teoría y práctica”, Siglo XXI., México, D.F.


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