Por Martín Latorraca
Para muchos el continente está cambiando, desde ya hace algunos años. Dicen que una nueva ola, que se contradice por completo con la que se inició a principios de los años 90, está poniendo, en el escenario del debate, ideas y discusiones que parecían olvidadas. Y dentro de esos planteamientos y rumbos definidos, el reciente triunfo de Pepe Mujica en Uruguay es un claro ejemplo de este viraje. Claro que este segundo gobierno del Frente Amplio, que sucederá al de Tabaré Vázquez, llega con claudicaciones ideológicas heredadas y con muchas más propias.
Las imágenes de miles de uruguayos asistiendo a las urnas y los posteriores festejos que rebalsaron la costanera montevideana muestran una algarabía militante, pero que sin embargo, cuenta con un alto grado de descontento en las bases del FA, principalmente dentro del ala más revolucionaria encabezada por el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T).
Entre los puntos que más irritan a los votantes del ex guerrillero tupamaro, se destaca el poco o nulo apoyo de Mujica a la consulta popular sobre la ley de caducidad para poder enjuiciar a los militares de la última dictadura uruguaya. En los recientes comicios presidenciales, se votó dicha iniciativa que, curiosamente, perdió por un pequeño margen. Este proyecto de ley que fue motorizado por familiares de víctimas del terrorismo de Estado, junto con el apoyo de organizaciones civiles especializadas en el tema, no contó dentro de la campaña del FA ni de Mujica. Es más, en cuanto acto, discurso o entrevista hubiera, los dos integrantes de la fórmula preferían hablar de “reconciliación” más que de seguir hurgando en las heridas. Pero lo más impresentable no fue la reconversión del FA en un conciliador con los asesinos, sino que a pesar de que pocos días antes la Corte Suprema de Justicia había dictaminado que la Ley de Caducidad era inconstitucional, la propuesta colocada en los cuartos oscuros de todo el país tenía la trampa en su texto. A diferencia del plebiscito organizado por la dictadura para perpetuarse, con el que perdieron en 1980, esta consulta no contaba con una boleta por el Sí y otra por el No. Los uruguayos que querían derogar la ley que dejaba libres a los asesinos de uniforme debían incluir la boleta rosada junto a la de sus candidato presidencial. Lo que provocó que miles de votantes puedan haberse olvidado y quizá, sin saberlo, votaron por el No.
Un detalle sobresale dentro de la política uruguaya una vez finalizada la dictadura: las famosas mateadas. Luego de años de oscuridad y tortura, los tupamaros emprendieron un camino diferente para recomponer el contacto con los obreros y los estudiantes. Decidieron empezar a caminar los barrios y sentarse con los vecinos y, mate de por medio, contarles su derrota y sus proyectos hacia el futuro. Estas mateadas hicieron que miles de militantes se volvieran a acercar al FA y a la vida política, actividad que llega a hasta la actualidad. Pero la actual dirigencia del Frente parece empeñada en romper con años de trabajo en las bases, de poner dinamita en los cimientos de la ideología de izquierda que dominó al partido, y que se viene perdiendo a partir de Tabaré. Para el día de la segunda vuelta, y donde se decidía la suerte de la ley de caducidad, en muchos de los locales del FA no había rastro de la boleta rosada. Esto seguro se debió a la tibia autocrítica que esbozó Mujica en la primera vuelta: “el tema se perdió un poco en el fragor de la campaña y faltó información”, dijo en relación al plebiscito.
¿Pero qué partido era el encargado de motorizar la consulta Mujica? ¿Alguien puede suponer que los blancos y los colorados quisieran iniciarles juicios a los militares de la dictadura? ¿En qué rincón de la memoria se olvidó las mateadas el presidente electo Mujica? ¿Por qué no abrazó la iniciativa que pondría a los que lo torturaron entre rejas, y no a George Bush en un día de pesca? ¿Por qué el FA no apoya con todas sus energías la creación del Banco del Sur, el Alba y la UNASUR, todas propuestas que van en dirección hacia una independencia de Latinoamérica? ¿Quiénes guardan sus dólares bajo el secreto bancario uruguayo?
Sin dudas que todos estos interrogantes tendrá que enfrentar el nuevo gobierno que asume en marzo del 2010 ante la presión de sus militantes. Porque más allá de la decepción y el escepticismo que domina a gran parte de la base del FA, y de la falta de participación política en la toma de decisiones importantes, el presidente electo ya mostró que prefiere tragar sapos todas las mañanas. Pero también es cierto que el FA está frente a la oportunidad histórica de ponerse del lado de Sudamérica, los millones de votos así lo reclaman.
Dibujo: Nino Fernández Medeglia (El Observador, Uruguay)
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