por Nadia Fink
El lunes pasado cuando el sol ya había caído, un grupo de gendarmes encapuchados entró por la fuerza a la redacción de la revista La Garganta Poderosa, en la villa Zavaleta. El intento de silenciar el asesinato de Kevin.
El 7 de septiembre habían hecho pública en las redes sociales la muerte de Kevin, de sólo 9 años, que quedó preso en medio de una balacera entre bandas ajenas al barrio, denunciando la connivencia de Prefectura y Gendarmería con las bandas narcos.
"¿Dónde estarán ahora los que vienen a la villa para hacer sus crónicas malditas? Vengan a ver cómo está su madre, sus amigos, sus hermanitas, pero van a tener que embarrarse los zapatos en esos pasillos inundados que la gorra sólo camina para cerrar sus negociados", decían las líneas del editorial "¡Nos mataron a Kevin!", apuradas y llenas de una rabia y un dolor que lo inundaba todo. Eran intentos de que se supiera lo que en las villas del país sucede a diario, un inocente recibiendo balas de un enfrentamiento entre bandas narcos que luchan por la pertenencia del territorio.
Durante una semana en la que el candidato por el kirchnerismo, Martin Insaurralde, hablaba de bajar la edad de imputabilidad a 14 años para entrar en sintonía con el discurso de mano dura del candidato opositor, Kevin yacía bajo la mesa de su propia casa: "¿O van a proponer más uniformados? ¡Para qué mierda están por todos lados! ¿O van a decir que fue el ´contexto de peligrosidad´? Le faltaban 9 años para ser mayor de edad", grita La Garganta.
Pero al dolor de Zavaleta, se sumaba la certeza de que, una vez más, los uniformados habían liberado la zona para que las bandas pudieran dirimir sus conflictos a los tiros. Los vecinos se acercaron a los prefectos para avisarles que el tiroteo recién empezaba. A pesar de que la garita está a unos 100 metros, ningún miembro de Prefectura escuchó los estruendos de las más de 100 balas que dispararon durante 3 horas. Dos de ellas llegaron hasta el cuerpo de Kevin. El lunes por la mañana, algunos miembros de La Garganta acompañaron a su madre hasta Tribunales: asesorados por abogados del Centro de Estudios Laborales y Sociales (CELS) llegaron para reclamar justicia, para visibilizar la problemática constante en los barrios y para denunciar incluso que en las pesquisas posteriores, en el tiempo en que los prefectos accedieron a la casa, la plata y los teléfonos de los padres habían desaparecido.
Los familiares y vecinos se acercaban a la Justicia para que fueran escuchados, hasta ese momento ningún funcionario se había hecho eco del reclamo del barrio entero. Sin embargo, el Estado respondió de la forma en la que adquiere su presencia más cruel: las fuerzas de seguridad. A las 7 de la tarde cinco camionetas de Gendarmería se estacionaron en la puerta y bajaron decenas de gendarmes armados hasta los dientes, sin identificación y en muchos casos encapuchados, con sus escopetas en mano. Relata el comunicado emitido en el día de ayer: "Justo en ese momento, la maestra de Kevin compartía una charla con nosotros y sus hermanitos jugaban en la redacción. Un compañero salió a preguntar el motivo de tamaño operativo y a solicitar que se identificara el responsable, pero no se identificó absolutamente nadie. Como de costumbre, lo verduguearon, le pidieron su propia identificación, lo pusieron contra la pared, le doblaron el brazo y quisieron detenerlo en el patio de su propia casa, algo que evitamos entre forcejeos y gritos, en una situación de mierda. Desesperados, reaccionamos llamando en ese mismo momento a los periodistas Eduardo Anguita e Ingrid Beck. Y recién entonces, cuando advirtieron que estábamos denunciándolos, decidieron soltarlo".
En una excepción a la forma en la que siempre firmaron notas y comunicados como colectivo, el editorial llevaba firma esta vez: Paola Vallejos quien es, además, prima de Kevin. Pero luego de semejante amedrentamiento, decidieron volver a la forma en la que acostumbran manejarse: así como la salida de la revista impresa se decidió en las asambleas que con frecuencia realizaba la organización villera La Poderosa a fines de 2010, ahora la voz colectiva volvía para hablar de lo sucedido y para proteger a una compañera: "Como medio de comunicación queremos denunciar la connivencia de las fuerzas de seguridad, Prefectura y Gendarmería con el narcotráfico. Un caso como el de Kevin pone en tela de juicio la voluntad política de cambiar las cosas. No es normal, es completamente irregular, un atropello a nuestros derechos que además irrumpan en la redacción: ningún funcionario llamó y cuando llegó Gendarmería no se sabía a qué venían, a quién respondían... no sabíamos nada", nos cuentan con indignación.
Un medio que nacía en los albores de 2011 como "la primera revista mensual pensada, redactada, ilustrada, fotografiada, edificada, pintada, electrificada, dirigida y financiada por la organización popular de numerosas asambleas vecinales, florecidas desde lo más profundo de los pueblos históricamente vapuleados y estigmatizados por los grandes medios de comunicación" por haber nacido villera y fiel a sus orígenes, recibe lo que los vecinos viven a diario. Cuando el 4 de septiembre de 2010, el periodista de Mundo Villa Adams Ledezma caía con una herida de arma blanca en la puerta de su casa en la Villa 31, la ambulancia no quiso entrar y murió después de dos horas de agonía. Un reclamo obstinado, inagotable y tenaz por parte de los vecinos de todas las villas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: muchas ambulancias no quieren entrar a estos sitios. Por temor, prejuicio, porque es peligroso. La estigmatización, la realidad que se vive a diario en las villas de todo el país siempre lejos de los grandes medios de comunicación, los reclamos cotidianos de los vecinos: por agua, por una ambulancia que entre, por una vida que se respete y se valore, son constantes.
"Toda Zavaleta está destrozada, llorando sangre y sintiendo que nada sirve para nada, que podemos marchar a tribunales o explotar en las redes sociales, pero seguiremos siendo "los marginales". ¿O van a decir que acaso fue un caso aislado? ¡Qué quilombo armarían si hubiera pasado en otro lado!", dicen con resignación desde el comunicado. Con resignación que no es silencio mientras La Garganta siga gritando; con dolor que no es quietud en los vecinos y familiares. Porque el Estado se ausenta o se hace presente con las fuerzas represivas. Pero en Zavaleta falta Kevin.
"¿Dónde estarán ahora los que vienen a la villa para hacer sus crónicas malditas? Vengan a ver cómo está su madre, sus amigos, sus hermanitas, pero van a tener que embarrarse los zapatos en esos pasillos inundados que la gorra sólo camina para cerrar sus negociados", decían las líneas del editorial "¡Nos mataron a Kevin!", apuradas y llenas de una rabia y un dolor que lo inundaba todo. Eran intentos de que se supiera lo que en las villas del país sucede a diario, un inocente recibiendo balas de un enfrentamiento entre bandas narcos que luchan por la pertenencia del territorio.
Durante una semana en la que el candidato por el kirchnerismo, Martin Insaurralde, hablaba de bajar la edad de imputabilidad a 14 años para entrar en sintonía con el discurso de mano dura del candidato opositor, Kevin yacía bajo la mesa de su propia casa: "¿O van a proponer más uniformados? ¡Para qué mierda están por todos lados! ¿O van a decir que fue el ´contexto de peligrosidad´? Le faltaban 9 años para ser mayor de edad", grita La Garganta.
Pero al dolor de Zavaleta, se sumaba la certeza de que, una vez más, los uniformados habían liberado la zona para que las bandas pudieran dirimir sus conflictos a los tiros. Los vecinos se acercaron a los prefectos para avisarles que el tiroteo recién empezaba. A pesar de que la garita está a unos 100 metros, ningún miembro de Prefectura escuchó los estruendos de las más de 100 balas que dispararon durante 3 horas. Dos de ellas llegaron hasta el cuerpo de Kevin. El lunes por la mañana, algunos miembros de La Garganta acompañaron a su madre hasta Tribunales: asesorados por abogados del Centro de Estudios Laborales y Sociales (CELS) llegaron para reclamar justicia, para visibilizar la problemática constante en los barrios y para denunciar incluso que en las pesquisas posteriores, en el tiempo en que los prefectos accedieron a la casa, la plata y los teléfonos de los padres habían desaparecido.
Los familiares y vecinos se acercaban a la Justicia para que fueran escuchados, hasta ese momento ningún funcionario se había hecho eco del reclamo del barrio entero. Sin embargo, el Estado respondió de la forma en la que adquiere su presencia más cruel: las fuerzas de seguridad. A las 7 de la tarde cinco camionetas de Gendarmería se estacionaron en la puerta y bajaron decenas de gendarmes armados hasta los dientes, sin identificación y en muchos casos encapuchados, con sus escopetas en mano. Relata el comunicado emitido en el día de ayer: "Justo en ese momento, la maestra de Kevin compartía una charla con nosotros y sus hermanitos jugaban en la redacción. Un compañero salió a preguntar el motivo de tamaño operativo y a solicitar que se identificara el responsable, pero no se identificó absolutamente nadie. Como de costumbre, lo verduguearon, le pidieron su propia identificación, lo pusieron contra la pared, le doblaron el brazo y quisieron detenerlo en el patio de su propia casa, algo que evitamos entre forcejeos y gritos, en una situación de mierda. Desesperados, reaccionamos llamando en ese mismo momento a los periodistas Eduardo Anguita e Ingrid Beck. Y recién entonces, cuando advirtieron que estábamos denunciándolos, decidieron soltarlo".
En una excepción a la forma en la que siempre firmaron notas y comunicados como colectivo, el editorial llevaba firma esta vez: Paola Vallejos quien es, además, prima de Kevin. Pero luego de semejante amedrentamiento, decidieron volver a la forma en la que acostumbran manejarse: así como la salida de la revista impresa se decidió en las asambleas que con frecuencia realizaba la organización villera La Poderosa a fines de 2010, ahora la voz colectiva volvía para hablar de lo sucedido y para proteger a una compañera: "Como medio de comunicación queremos denunciar la connivencia de las fuerzas de seguridad, Prefectura y Gendarmería con el narcotráfico. Un caso como el de Kevin pone en tela de juicio la voluntad política de cambiar las cosas. No es normal, es completamente irregular, un atropello a nuestros derechos que además irrumpan en la redacción: ningún funcionario llamó y cuando llegó Gendarmería no se sabía a qué venían, a quién respondían... no sabíamos nada", nos cuentan con indignación.
Un medio que nacía en los albores de 2011 como "la primera revista mensual pensada, redactada, ilustrada, fotografiada, edificada, pintada, electrificada, dirigida y financiada por la organización popular de numerosas asambleas vecinales, florecidas desde lo más profundo de los pueblos históricamente vapuleados y estigmatizados por los grandes medios de comunicación" por haber nacido villera y fiel a sus orígenes, recibe lo que los vecinos viven a diario. Cuando el 4 de septiembre de 2010, el periodista de Mundo Villa Adams Ledezma caía con una herida de arma blanca en la puerta de su casa en la Villa 31, la ambulancia no quiso entrar y murió después de dos horas de agonía. Un reclamo obstinado, inagotable y tenaz por parte de los vecinos de todas las villas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires: muchas ambulancias no quieren entrar a estos sitios. Por temor, prejuicio, porque es peligroso. La estigmatización, la realidad que se vive a diario en las villas de todo el país siempre lejos de los grandes medios de comunicación, los reclamos cotidianos de los vecinos: por agua, por una ambulancia que entre, por una vida que se respete y se valore, son constantes.
"Toda Zavaleta está destrozada, llorando sangre y sintiendo que nada sirve para nada, que podemos marchar a tribunales o explotar en las redes sociales, pero seguiremos siendo "los marginales". ¿O van a decir que acaso fue un caso aislado? ¡Qué quilombo armarían si hubiera pasado en otro lado!", dicen con resignación desde el comunicado. Con resignación que no es silencio mientras La Garganta siga gritando; con dolor que no es quietud en los vecinos y familiares. Porque el Estado se ausenta o se hace presente con las fuerzas represivas. Pero en Zavaleta falta Kevin.
(*) Nota publicada en el sitio Marcha
No hay comentarios:
Publicar un comentario