Por Jorge Zabalza
“Reconocemos los resultados, Lobo será el próximo presidente de Honduras (....) Estados Unidos toma nota de las elecciones, vemos que las ganó y le felicitamos”, declaraciones de Arturo Valenzuela al otro día del fraude electoral en Honduras. Arturo es el vicesecretario para América Latina del Departamento de Estado de los EEUU, un funcionario del gobierno del afroamericano Barack Obama, premio Nóbel de la Paz, que lleva meses amenazando con cerrar la sala de torturas de Guantánamo y poner fin al genocidio en Irak y Afganistán. La confesión de Valenzuela nos releva de pruebas; se puede afirmar sin temor a equivocarse que los EEUU respaldaron el golpe, que Valenzuela estaba induciendo la resolución del parlamento hondureño negándose a restituir a Mel Zelaya, maniobra de baja estofa que pretende crear una legitimidad de hecho para obtener el consentimiento de la comunidad internacional.
Décadas atrás lo hacían de otra manera, más descarnada –remember Allende y Lumumba–, pero la reiteración de los asesinatos de la CIA terminó por desgastar este método de tan “alta intensidad”. Los “cerebros” que cada mañana salen a conquistar el mundo echaron a andar en sus despachos del Pentágono y decidieron ensayar otra metodología con algo de más “baja intensidad”: probaron con el secuestro de Aristide en Haití, éxito total en la medida que ahora hay una “demokracia” asegurada por las FFAA de Brasil, Chile y Uruguay. La segunda pruebita es ésta, la renuncia falsificada de Zelaya, truco que ya habían intentado con Chávez.
Porfirio Lobo será presidente con el respaldo del imperialismo. Lo señala Adolfo Pérez Esquivel: “Imponer elecciones, sin primero restituir el orden constitucional y el legítimo gobierno del presidente Manuel Zelaya, no puede hacerse sin el acuerdo y la complicidad del Departamento de Estado, del Pentágono y de la CIA”. Una nueva técnica del golpe de Estado, manteniendo una ficción de legalidad y con negociaciones para desgastar la resistencia, con elecciones fraudulentas y “legalización” del fraude por el Senado.
Pérez Esquivel pone sobre la mesa elementos que deberían hacer pensar hasta a los más bellos durmientes: “Junto a la imposición de los grandes proyectos de infraestructura para el saqueo, como el Plan Puebla-Panamá en Mesoamérica y el IIRSA aquí en el Sur, y la remilitarización del continente con las siete bases militares norteamericanas en Colombia, otras más están siendo propuestas en países como Panamá y Perú, la presencia militar de los EEUU en la Triple Frontera –Paraguay, Brasil y Argentina– y la IV Flota en los mares del Sur, entre otras políticas, pone en evidencia que los mecanismos de dominación están en funcionamiento”. Tal vez a Pérez Esquivel también le regalaron el Premio Nóbel y no es un pensador tan serio como parece, tal vez el imperialismo sea una fantasía suya y Obama es un simpático sobrino del Tío Tom, tal vez la primaveral democracia uruguaya gozará de buena salud por los siglos de los siglos.
El imperialismo camina agresivamente por toda América Latina, los pueblos resisten. El hondureño hace punta en este momento, venezolanos y bolivianos lo siguen, y contagian solidez los cubanos que lo vienen haciendo hace cincuenta años. En cambio, los uruguayos festejan y duermen tranquilos; les parece impensable que la CIA o la Embajada hagan de las suyas en este país que se cree excepcional, donde un ex-guerrillero hasta puede ser presidente. Sin embargo, bastará con que la estrategia de dominación mundial lo haga necesario, para que los EEUU intervengan en el Río de la Plata como lo vienen haciendo en Bolivia y Venezuela... en verdad, Afganistán, Irak y Paquistán no están tan lejanos como parecen.
Para el Departamento de Estado, la renovada Suiza de América es un satélite encantador; está siendo más que timorato a la hora de apoyar gritos de independencia como el Banco del Sur, el Alba y la UNASUR. Frente a la agresión armada que representan las nuevas bases yanquis en Colombia, Vázquez se pronuncia contra el “armamentismo” de Venezuela porque, aunque muchos militantes no quieran verlo, ha sido más crítico con Chávez que con George Bush (con Obama, la relación ya es un amor profundo). Ante la estrategia del Imperio –asustar y dividir–, aunque no sea tan obsecuente como Colombia, Méjico o Perú, el actual gobierno progresista sigue jugando de rompehuelgas a nivel internacional; valga como ejemplo la abstención de condenar a Israel por sus más que repudiables crímenes contra la población de Gaza.
Entonces llega José Mujica. Los analistas made in USA pueden leerlo como la derrota definitiva de la violencia armada, que nada va cambiar en la política exterior progresista; sin embargo, como son materialistas y dialécticos aunque no quieran serlo, también pueden pensar que la derrota de Lacalle es un mensaje de signo contrario al anterior: las décadas de agitar viejos fantasmas han agotado la capacidad del viejo terrorismo ideológico para amedrentar a los votantes. Como en Uruguay la derecha no atemoriza a nadie, en Washington pueden evaluar que el Estado está perdiendo su capacidad coercitiva, encender las luces amarillas; el imperio precisa reaccionarios como los de Santa Cruz y los de Venezuela, que asustan de verdad.
En América Latina solamente los muy obsecuentes están a salvo de las conspiraciones Departamento de Estado-CIA-Comando Sur, que no sólo desconfían de los Mel Zelaya sino que tampoco les sirven los Fernando Lugo. Aunque haga gestos de buena voluntad, como el abrazo a Bush cuando vino a pescar a Uruguay, Mujica no deja de tener olor a azufre por su pasado antimperialista. Mujica podrá olvidarse de sus muertos y desaparecidos, como demostró en el discurso del Sheraton, su momento de mayor gloria, cuando recordó a blancos y colorados como “hermanos de nuestra sangre”, pero estén seguros de que el aparato burocrático militar de los EEUU no olvida ni perdona.
Aunque estemos a casi veinte años del desastre de la URSS, las estrategias de dominación de los EEUU continúan polarizando el mundo en dos: los capitales sin bandera y el poder de las barras y estrellas desarrollan una guerra a muerte contra los sin tierra, sin techo, sin salud, sin alimento, sin poder, sin educación, sin vida. El imperialismo no deja alternativas, se está con los pueblos de América Latina o contra ellos. El cambio de gobierno podría ser la oportunidad para recoger la herencia histórica de la izquierda, Patria Grande y antimperialismo, para jugarse a una alianza de solidaridad con los pueblos de América Latina que resisten la globalización del capitalismo. A la IV Flota habrá que enfrentarla con la V Internacional Antimperialista, José Mujica tiene el apoyo popular más que suficiente para hacer historia.... a menos que como te diga una cosa te diga la otra.
Este gobierno tiene el apoyo popular suficiente para cambiar el actual y tibio discurso, pasando a apoyar directamente la legítima resistencia del pueblo hondureño, cuestión que parece un juego de palabras pero es bastante más profunda, porque implica denunciar en todos los foros internacionales las agresiones a los derechos humanos por parte de Michelletti y exigirle con coraje a los EEUU que cesen de respaldar a los golpistas (cuestión que, en última instancia, es curarse en salud).
La lucha del pueblo hondureño es un mensaje y una enseñanza, renueva la confianza en la capacidad de movilización independiente de los pueblos cuando aparece un objetivo que abarque a los sectores más amplios. Algo semejante a esa movilización para anular la ley de caducidad que convocó la marcha más grande de toda la campaña electoral y recogió el apoyo explícito del 48% de los votantes. Cabría pensar que en una Constitución que prohíba que FFAA extranjeras instalen o controlen bases miltares en territorio nacional, que prohíba a las FFAA uruguayas realizar maniobras conjuntas con las FFAA de los EEUU, que prohíban las “acciones cívicas” de las FFAA de los EEUU por ser una función de la estrategia imperialista. Cuando el gobierno se hace el sota, como se hizo con el “voto rosado”, no queda otra que convocar al pueblo uruguayo para que se manifieste en solidaridad con el pueblo hondureño y por la Reforma antimperialista de la Constitución, una movilización lo más ancha posible, porque tampoco es hora del achique.
“Reconocemos los resultados, Lobo será el próximo presidente de Honduras (....) Estados Unidos toma nota de las elecciones, vemos que las ganó y le felicitamos”, declaraciones de Arturo Valenzuela al otro día del fraude electoral en Honduras. Arturo es el vicesecretario para América Latina del Departamento de Estado de los EEUU, un funcionario del gobierno del afroamericano Barack Obama, premio Nóbel de la Paz, que lleva meses amenazando con cerrar la sala de torturas de Guantánamo y poner fin al genocidio en Irak y Afganistán. La confesión de Valenzuela nos releva de pruebas; se puede afirmar sin temor a equivocarse que los EEUU respaldaron el golpe, que Valenzuela estaba induciendo la resolución del parlamento hondureño negándose a restituir a Mel Zelaya, maniobra de baja estofa que pretende crear una legitimidad de hecho para obtener el consentimiento de la comunidad internacional.
Décadas atrás lo hacían de otra manera, más descarnada –remember Allende y Lumumba–, pero la reiteración de los asesinatos de la CIA terminó por desgastar este método de tan “alta intensidad”. Los “cerebros” que cada mañana salen a conquistar el mundo echaron a andar en sus despachos del Pentágono y decidieron ensayar otra metodología con algo de más “baja intensidad”: probaron con el secuestro de Aristide en Haití, éxito total en la medida que ahora hay una “demokracia” asegurada por las FFAA de Brasil, Chile y Uruguay. La segunda pruebita es ésta, la renuncia falsificada de Zelaya, truco que ya habían intentado con Chávez.
Porfirio Lobo será presidente con el respaldo del imperialismo. Lo señala Adolfo Pérez Esquivel: “Imponer elecciones, sin primero restituir el orden constitucional y el legítimo gobierno del presidente Manuel Zelaya, no puede hacerse sin el acuerdo y la complicidad del Departamento de Estado, del Pentágono y de la CIA”. Una nueva técnica del golpe de Estado, manteniendo una ficción de legalidad y con negociaciones para desgastar la resistencia, con elecciones fraudulentas y “legalización” del fraude por el Senado.
Pérez Esquivel pone sobre la mesa elementos que deberían hacer pensar hasta a los más bellos durmientes: “Junto a la imposición de los grandes proyectos de infraestructura para el saqueo, como el Plan Puebla-Panamá en Mesoamérica y el IIRSA aquí en el Sur, y la remilitarización del continente con las siete bases militares norteamericanas en Colombia, otras más están siendo propuestas en países como Panamá y Perú, la presencia militar de los EEUU en la Triple Frontera –Paraguay, Brasil y Argentina– y la IV Flota en los mares del Sur, entre otras políticas, pone en evidencia que los mecanismos de dominación están en funcionamiento”. Tal vez a Pérez Esquivel también le regalaron el Premio Nóbel y no es un pensador tan serio como parece, tal vez el imperialismo sea una fantasía suya y Obama es un simpático sobrino del Tío Tom, tal vez la primaveral democracia uruguaya gozará de buena salud por los siglos de los siglos.
El imperialismo camina agresivamente por toda América Latina, los pueblos resisten. El hondureño hace punta en este momento, venezolanos y bolivianos lo siguen, y contagian solidez los cubanos que lo vienen haciendo hace cincuenta años. En cambio, los uruguayos festejan y duermen tranquilos; les parece impensable que la CIA o la Embajada hagan de las suyas en este país que se cree excepcional, donde un ex-guerrillero hasta puede ser presidente. Sin embargo, bastará con que la estrategia de dominación mundial lo haga necesario, para que los EEUU intervengan en el Río de la Plata como lo vienen haciendo en Bolivia y Venezuela... en verdad, Afganistán, Irak y Paquistán no están tan lejanos como parecen.
Para el Departamento de Estado, la renovada Suiza de América es un satélite encantador; está siendo más que timorato a la hora de apoyar gritos de independencia como el Banco del Sur, el Alba y la UNASUR. Frente a la agresión armada que representan las nuevas bases yanquis en Colombia, Vázquez se pronuncia contra el “armamentismo” de Venezuela porque, aunque muchos militantes no quieran verlo, ha sido más crítico con Chávez que con George Bush (con Obama, la relación ya es un amor profundo). Ante la estrategia del Imperio –asustar y dividir–, aunque no sea tan obsecuente como Colombia, Méjico o Perú, el actual gobierno progresista sigue jugando de rompehuelgas a nivel internacional; valga como ejemplo la abstención de condenar a Israel por sus más que repudiables crímenes contra la población de Gaza.
Entonces llega José Mujica. Los analistas made in USA pueden leerlo como la derrota definitiva de la violencia armada, que nada va cambiar en la política exterior progresista; sin embargo, como son materialistas y dialécticos aunque no quieran serlo, también pueden pensar que la derrota de Lacalle es un mensaje de signo contrario al anterior: las décadas de agitar viejos fantasmas han agotado la capacidad del viejo terrorismo ideológico para amedrentar a los votantes. Como en Uruguay la derecha no atemoriza a nadie, en Washington pueden evaluar que el Estado está perdiendo su capacidad coercitiva, encender las luces amarillas; el imperio precisa reaccionarios como los de Santa Cruz y los de Venezuela, que asustan de verdad.
En América Latina solamente los muy obsecuentes están a salvo de las conspiraciones Departamento de Estado-CIA-Comando Sur, que no sólo desconfían de los Mel Zelaya sino que tampoco les sirven los Fernando Lugo. Aunque haga gestos de buena voluntad, como el abrazo a Bush cuando vino a pescar a Uruguay, Mujica no deja de tener olor a azufre por su pasado antimperialista. Mujica podrá olvidarse de sus muertos y desaparecidos, como demostró en el discurso del Sheraton, su momento de mayor gloria, cuando recordó a blancos y colorados como “hermanos de nuestra sangre”, pero estén seguros de que el aparato burocrático militar de los EEUU no olvida ni perdona.
Aunque estemos a casi veinte años del desastre de la URSS, las estrategias de dominación de los EEUU continúan polarizando el mundo en dos: los capitales sin bandera y el poder de las barras y estrellas desarrollan una guerra a muerte contra los sin tierra, sin techo, sin salud, sin alimento, sin poder, sin educación, sin vida. El imperialismo no deja alternativas, se está con los pueblos de América Latina o contra ellos. El cambio de gobierno podría ser la oportunidad para recoger la herencia histórica de la izquierda, Patria Grande y antimperialismo, para jugarse a una alianza de solidaridad con los pueblos de América Latina que resisten la globalización del capitalismo. A la IV Flota habrá que enfrentarla con la V Internacional Antimperialista, José Mujica tiene el apoyo popular más que suficiente para hacer historia.... a menos que como te diga una cosa te diga la otra.
Este gobierno tiene el apoyo popular suficiente para cambiar el actual y tibio discurso, pasando a apoyar directamente la legítima resistencia del pueblo hondureño, cuestión que parece un juego de palabras pero es bastante más profunda, porque implica denunciar en todos los foros internacionales las agresiones a los derechos humanos por parte de Michelletti y exigirle con coraje a los EEUU que cesen de respaldar a los golpistas (cuestión que, en última instancia, es curarse en salud).
La lucha del pueblo hondureño es un mensaje y una enseñanza, renueva la confianza en la capacidad de movilización independiente de los pueblos cuando aparece un objetivo que abarque a los sectores más amplios. Algo semejante a esa movilización para anular la ley de caducidad que convocó la marcha más grande de toda la campaña electoral y recogió el apoyo explícito del 48% de los votantes. Cabría pensar que en una Constitución que prohíba que FFAA extranjeras instalen o controlen bases miltares en territorio nacional, que prohíba a las FFAA uruguayas realizar maniobras conjuntas con las FFAA de los EEUU, que prohíban las “acciones cívicas” de las FFAA de los EEUU por ser una función de la estrategia imperialista. Cuando el gobierno se hace el sota, como se hizo con el “voto rosado”, no queda otra que convocar al pueblo uruguayo para que se manifieste en solidaridad con el pueblo hondureño y por la Reforma antimperialista de la Constitución, una movilización lo más ancha posible, porque tampoco es hora del achique.
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