Los manuscritos de Jorge Julio López
por Carolina Uribe
Además de la declaración
fundamental en el juicio contra Miguel Etchecolatz, López dejó por escrito su
testimonio de los años en los que permaneció secuestrado y torturado por la
dictadura militar. En unos papeles que entregó a su amigo Jorge Pastor Asuaje,
y que fueron publicados en el libro Jorge Julio López. Memoria escrita, anotó
en detalle los hechos que pudo recordar y dibujó las caras de los represores y
las celdas de los centros clandestinos donde estuvo detenido. Su intención era
que se supiera lo que habían vivido él y tantos otros compañeros que no
lograron salvarse para contarlo.
“Sobrevivir en pozos o
centros de detención o estando adonde termina la vida sintiendo gritos y
fusilamiento. O empieza la muerte”. Jorge
Julio López. Memoria escrita
El
18 de septiembre de 2006 no había, como no hay tampoco ahora, dictadura. Sin
embargo, ese día Jorge Julio López desapareció por segunda vez. La primera
había sido el 27 de octubre de 1976, pero volvió. Después de casi tres años de
torturas, miedo, dolor, incertidumbre, frío, hambre; casi tres años con el
aliento agrio de la muerte en la nuca. Los militares seguían en el poder, pero
volvió a casa.
Durante
ese tiempo estuvo en los centros clandestinos el Destacamento de Arana -o
Cuatrerismo- y el Pozo de Arana, en la Comisaría Quinta
y la Comisaría Octava
de La Plata , y
ya blanqueado como preso político en la Unidad 9. López escuchó y vio cómo torturaban y
mataban a muchas personas; grabó en su memoria las imágenes que pudo capturar a
través de las vendas que le cubrían los ojos, y guardó para siempre las voces
de los asesinos. No quería olvidar; no podía permitir que el dolor le anulara
los recuerdos. Necesitaba contar y denunciar lo que había pasado, y entonces lo
escribió y dibujó con el trazo tembloroso de su mano áspera de trabajo y
ataduras.
“el chico de la noche de los lápices que ese lugar los 19/11 llamaban
los subversivos de los boletos baratos. Los mataron 17/11/1976”
En
el reverso de almanaques, folletos, volantes; hojas y hojas aprovechadas al
máximo, de borde a borde, como si no hubiera podido ni siquiera respirar
mientras describía calabozos, dibujaba los rostros de los represores a los que
logró divisar, enumeraba uno tras otro a los compañeros que estuvieron con él y
no sobrevivieron. “Yo de la celda sentía el olor a pólvora y sangre”, dice
López en esos papeles que atesoró en secreto hasta que un día se los entregó
por fin a su amigo Jorge Pastor Asuaje.
“Pastor, te dejo esta carta para ver si algún día podés hacer justicia.
Yo ya me aburrí de hablar con los derechos humanos, jueces y con gente de
desaparecidos, pero me dicen que no pueden hacer nada porque son cosas que dice
la gente y casi todo lo vi yo”.
Los
dos Jorges se conocieron en 1973, en la unidad básica Juan Pablo Maestre del
barrio Los Hornos, en La
Plata. López trabajaba como albañil y no era de hablar
demasiado. Asuaje recuerda que lo habían bautizado “Partido Socialista”, porque
“en una de las primeras reuniones que estuvo dijo, en una discusión sobre lo
que estaba pasando en el peronismo: ‘Esos que gritan Perón, Evita, Partido
Socialista no son peronistas’ -y agrega-: No era un militante de jornada
completa como los más jóvenes, sino un trabajador que aportaba a las reuniones,
a las pintadas y a algunas otras tareas más riesgosas cuando hacía falta. Ese
compromiso se mantuvo hasta los primeros días de noviembre del 76, cuando
prácticamente todos aquellos que alguna vez habían pisado la vereda de la Juan Pablo Maestre
fueron secuestrados en un operativo gigantesco que convirtió a muchos de ellos
en desaparecidos”.
En
“la Maestre ”
se conocieron también con Norberto Rodas, Ambrosio El Pato De Marco y Patricia
Taté Dell’Orto. Los tres estuvieron secuestrados en el Pozo de Arana, donde
fueron fusilados mientras por una rendija los ojos de López eran testigos y la
escena se le marcaba indeleble en las retinas y en el corazón. Antes de eso,
Taté alcanzó a pedirle que buscara a sus padres y les dijera que cuidaran a su
hijita. Recién en 1999 logró relacionarse con la familia de Patricia y
contarles lo que pasó con ella; así logró cumplir con el compromiso que había
asumido y que fue uno de los pilares de su tenacidad para no olvidar nada
durante los veinte años en los que guardó silencio.
“A Taté, Rodas y el Pato los matan en el pozo de Arana el día 9/11/1976
con una pistola con silenciador y fue un tipo gangoso que decía mirá princesa
montonera hablo y aqueeque tete dededicababas en la unidad babásicaca”.
Los
caminos de Julio y de Pastor se separaron durante esos años de clandestinidades
y secuestros, y la casualidad los reunió nuevamente a finales de los ochenta.
Después vinieron las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, los indultos, y
todos los recuerdos se amontonaban en la garganta de López.
(La nota completa en la edición gráfica de Sudestada Nº 108 - mayo 2012)
No hay comentarios:
Publicar un comentario